Cria de alimoches

Dos alimoches cangueses


Los polluelos nacieron en los primeros días de junio, en el zoo de La Grandera



18.06.11 -
La hembra de alimoche suele incubar un huevo, pero pone un segundo como «reserva»
El primero en nacer pesaba 64 gramos y en 17 días multiplicó su peso por siete
Los polluelos sufren gastroenteritis y basan su dieta en «ratones recién nacidos y pollitos jóvenes»





La de ayer fue una jornada festiva, de esas que se escriben con números rojos en el calendario, para el Parque de la Naturaleza de la Grandera, situado en Soto de Cangas. En el famoso zoológico que gestiona Ernesto Junco se presentaron en sociedad dos alimoches criados en cautividad, hijos de una hembra veterana, de 40 años, y de los que todavía se desconoce su sexo. Ni siquiera tiene nombre ninguno de los dos pájaros.
Para dar la buena nueva, Ernesto Junco, representante de Faunastur, se encontraba acompañado por el madrileño Fernando Garcés Toledano, secretario del Grupo de Recuperación de Fauna Autóctona (Grefa), con sede en la localidad de Majadahonda. Y explicaron que entre las dos entidades existe un convenio de colaboración que tiene como finalidad «reproducir alimoches en cautividad, consolidar ese núcleo reproductor e reintroducirlos en la naturaleza a partir de un plazo de seis años, con la intención de recuperar una especie prácticamente desaparecida».
La pareja de alimoches eclosionó en los primeros días de este mes. El pájaro de mayor envergadura nació el 1 de junio, pesó en ese momento 64 gramos y 17 días más tarde ya daba sobre la báscula 452 gramos. El otro nació el 8 de junio, con un peso de 54 gramos y ayer se situaba en 198 gramos. El ciclo reproductor del alimoche lo definía ayer Ernesto Junco como «complicado». La hembra acostumbra a incubar un solo huevo pero como «reserva» pone un segundo, por si falla el primero. La consecuencia es que si se logran los dos uno de ellos suele nacer bastantes días antes que su hermano y en ocasiones se contemplan episodios de «cainismo: que el grande se come al pequeño». Algo que, afortunadamente, no ocurrió en el zoológico de Soto de Cangas.
Junco y Garcés ofrecieron ayer una lección magistral sobre los hábitos del alimoche, «un ave migratoria que viene de África». A España llegan todos los años «sólo 1.300 parejas y aquí se reproducen entre los meses de abril y septiembre». El principal problema para poder continuar con la reproducción en cautividad es que «la mayor parte de los nacimientos son de alimoches machos». A ese sexo pertenecían los tres que con anterioridad habían nacido en el zoo cangués.
El menú de los alimoches durante los primeros días tienen que ser «rico en calcio y proteínas». Y se basa en «ratones recién nacidos y pollitos jóvenes». Un problema colateral son los «frecuentes episodios de gastroenteritis».

Ernesto Junco logra el nacimiento de dos nuevos pollos de alimoche en cautividad




El naturalista suma un nuevo éxito al proyecto de recuperación del ave, que impulsa junto a un colectivo madrieño






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Cangas de Onís, B. MORÁN
Un nacimiento siempre es motivo de alegría, más aún si la nueva vida puede servir para recuperar a toda una especie. Dos alimoches nacieron hace quince días en el zoológico de La Grandera, en Sotu Cangues (Cangas de Onís). Este centro es el único lugar de España en el que se crían alimoches en cautividad. Su cría es muy difícil, a pesar de ser un ave majestuosa, fuerte y de considerable tamaño: cuando nacen, los alimoches son débiles, muy sensibles a morir en sus primeros treinta días de vida por una gastroenteritis.

Correr el riesgo merece la pena para Ernesto Junco, propietario de La Grandera, y para Fernando Garcés, secretario general del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), con sede en Madrid. Ambos estamparon sus rúbricas en un convenio hace cuatro años para trabajar en la recría de alimoches con el firme objetivo de intentar, en unos cinco o siete años, reintroducir la especie en zonas de España en las que ya desde hace años no vuela, como es el caso de la comunidad de Madrid.

Los pollos que nacieron a principios de este mes en La Grandera son los pilares de este ambicioso proyecto. «Necesitamos tener un núcleo reproductor, ya que, si se comienza una suelta, deben realizarse varias repetidas, en esta especie sobre todo porque migran a África y muchos pueden perecer en ese largo viaje», explicó Garcés. Aunque antes de intentar devolver al medio esta ave, en peligro de extinción en la actualidad, es vital garantizar que el medio es seguro.

En este sentido, Garcés recordó que la principal causa de la extinción del alimoche son los cebos envenenados. «El veneno es un grave problema que sigue sin atenderse demasiado. No se hace lo suficiente y es vital atajar este delito antes de pensar en devolver al medio esta especie», afirmó. Pero es pronto para seguir indagando en este ambicioso proyecto; antes los dos polluelos deben sobrevivir.

Este mes es clave para saber si lo lograrán. «Es muy difícil saberlo, son aves muy delicadas y su cría en cautividad es muy difícil. Pero siempre merece la pena intentarlo y, poco a poco, ya tenemos cinco alimoches en nuestro parque», dijo Junco, mientras alimentaba al pollo que nació el 1 de junio, con un peso de 84 gramos. Está muy despierto. En estos quince días de vida ya ha subido de peso hasta 452 gramos. Su hermano es mucho más débil. La naturaleza es, a veces, muy práctica. Las hembras de alimoche suelen poner dos huevos y uno viene a ser «el de repuesto», por si el otro pollo no sobrevive. Esta condición hace que el polluelo que nace de ese segundo huevo sea de menor peso y tamaño, más débil, en definitiva. Pero el pollo «de repuesto» de La Grandera también demostró estar en buen estado. Los dos tienen que afrontar el reto de sobrevivir para, junto a sus hermanos y padres, contribuir al proyecto de Grefa y Ernesto Junco por el que aspiran a devolver a esta majestuosa ave al lugar que le corresponde.

El veneno que algunos seres humanos colocan en cebos para matar fauna que les «molesta» ha sido la principal causa de la casi extinción del alimoche. En España hay censadas 1.300 parejas. Pero no todo está perdido; mientras nazcan pollos, hay esperanza.